Actualizado septiembre 19, 2019
George Peabody fue un comerciante y hombre de las finanzas sumamente exitoso, pero sus contribuciones filantrópicas son las que le han hecho ganar un renombre que superó su propia muerte. A continuación te contamos la fascinante historia de George Peabody.
Quién fue George Peabody
Quien sería un gran comerciante, banquero y benefactor, George Peabody, nació en el seno de una familia numerosa y pobre, un 18 de febrero de 1795. El pequeño poblado que lo vio nacer se llamaba South Danvers, en el estado de Massachusetts. Por el mismo contexto de carencia inicial, de muy pequeño, a la edad de once años, tuvo que dejar el colegio y abocarse al trabajo, en el ramo del comercio textil ( su afición por estudiar no murió, ya que era asiduo a la biblioteca local). Según cuentan las biografías, en aquellos entonces supo destacarse no solo por la cortesía con los clientes, sino también por el excelente manejo de la contabilidad. Posiblemente ser amigo de los números lo llevó a que con tan solo quince años se independizara, creando su propio negocio del mismo ramo.
Hay que decir que George Peabody participó a los diecisiete años en la Guerra Civil y en ese contexto luctuoso conoció a Elisha Riggs, quien un par de años después le otorgó la apoyatura económica para constituir la empresa Peabody, Riggs & Company, un mayorista de productos secos que se importaban desde Gran Bretaña. Esto realmente fue un logro empresarial, lo que le permitió al joven pujante de aquellos entones crear sucursales en Baltimore, Nueva York y Fidadelfia. Baltimore fue el gran asiento de su vida laboral y extra-laboral durante veinte años, convirtiéndose en un hombre de negocios importante y dando sus primeros pasos en el mundo de las finanzas.
El primer viaje a Londres, tierra que lo enamoraría, se produjo en 1827 ¿El motivo? Aún formando parte de la firma de Baltimore, el objetivo era negociar la venta de algodón norteamericano y comerciar otros tipos de mercancías. A raíz de esa travesía abrió una sucursal de su firma en la capital británica y se involucró en la emisión de bonos de los estados americanos, con el fin de recaudar fondos para programas de transporte y vías.
El 1837 George Peabody se asentó definitivamente en la capital industrial del mundo, bastante cautivado por el estilo de vida y el auge del que se gozaba en esas latitudes por aquellos tiempos. Su gran reputación de hombre de finanzas despegó en esos días al crear la firma George Peabody & Company, como una forma de hacer frente a la gran demanda de títulos valores producto de la actividad de los ferrocarriles en Estados Unidos. Peabody otorgó financiamiento a los países nacientes y a grandes empresas. El resultado fue maravilloso e impensado: su compañía era la institución financiera más importante de Londres.
En 1854 se asoció con Junius Spencer Morgan, padre del aclamado banquero John Pierpont Morgan. Esta sociedad dio origen a la firma Peabody, Morgan & Co. En pleno contexto delicado desde lo económico la firma se mantuvo fuerte; pero George Peabody comenzó a alejarse del mundo de las finanzas. Se retiró, finalmente, en 1864.
Seguramente Peabody no hubiera quedado inmortalizado sin su enorme labor de beneficencia o filantropía, la cual llevó a cabo con minuciosidad y fuerza sobre todo en los últimos años de vida. Todo eso contradijo, por lo menos en parte, la fama de avaro con la que contaba para los más cercanos. Peabody emprendió distintas acciones benefactoras en aquellas naciones que lo vieron crecer: en Estados Unidos dedicó gran parte de su fortuna en promover la educación, mientras que en Gran Bretaña se enfocó en mejorar la vida de los más necesitados con alimento y viviendas. Sus aportes se materializaron de manera grandilocuente en instituciones, fundaciones, museos y otros tipos de entidades.
Los últimos años de su vida fueron acompañados por una punzante artritis reumatoide y la muy famosa por entonces gota. Falleció un 4 de noviembre de 1869, pero aquí hay que hacer una extraordinaria salvedad: su cuerpo fue enterrado con honores de manera temporal en la Abadía de Westminster, lo cual indica el predicamento que obtuvo, como personalidad ilustre, en Gran Bretaña (la reina Victoria le había ofrecido el título de barón, que el banquero rechazó). Tiempo después sus restos fueron trasladados a su ciudad natal, que a modo de agradecimiento ya había comenzado a llamarse Peabody.
Aportes de George Peabody
Sus aportes son múltiples. En el ámbito financiero, el manejo de la crisis económica de 1854 y la enorme influencia en la banca británica le sirvieron de base a importantes entidades bancarias que aún siguen funcionando hoy como el Deutsche Bank y la paradigmática firma multinacional J.P. Morgan Chase. En el aspecto filantrópico, en Londres estableció un fondo de donación Peabody, con la intención de entregar viviendas de calidad a los trabajadores pobres. Aunque no terminó sus estudios, el banquero y benefactor sabía que la formación era clave, de ahí que creara en Estados Unidos el Fondo Educativo Peabody, con el fin de promover la educación entre los más necesitados. Asimismo, a la casa de estudios de Yale, en la que su sobrino obtuvo su titulación gracias a su aporte, donó más de 150 mil libras para la construcción del edificio del Museo de Historia Natural Peabody. Una erogación similar hizo en Harvard y en 1866 se fundó el Museo Peabody de Arqueología y Etnología.
Mención aparte merece Baltimore, ciudad que lo vio crecer y a la cual el benefactor hizo grandes contribuciones como la biblioteca George Peabody, que actualmente forma parte de la Universidad Johns Hopkins
Esta enorme actuación, naturalmente, le trajo en vida y en muerte enormes reconocimientos (no solo el que quiso entregar la reina Victoria). Se dice que su labor filantrópica le granjeó elogios de grandes personalidades de la época como Victor Hugo y William Gladstone. Al ser patrocinador de una expedición a Groenlandia se quiso nombrar el canal de la costa noroeste con su apellido (Peabody Bay, para ser exactos). Recibió, por otro lado, la moneda de oro del Congreso de los Estados Unidos por sus enormes contribuciones a la educación del país. El pueblo en el que nació, con historia industrial aunque más que nada rural, cambió su nombre por Peabody en su honor. Mucho tiempo después de su muerte, se crearon los premio Peabody, que son reconocimientos a la excelencia en transmisiones de radio y televisión, en cuanto a la presentación de documentales y el entretenimiento infantil.